Es una GRAN MENTIRA creer
que los valores deben cambiar de acuerdo con los "avances" sociales y
científicos de la época. Es una gran mentira creer que porque estamos
en la época de las telecomunicaciones, la clonación o los viajes espaciales,
entonces es válido abortar, ser infiel al cónyuge, acostarse con alguien sin
estar casado o "aprobar" el "matrimonio" entre
homosexuales.
¿A quién se le ocurrió pensar
que porque un número elevado de personas tienen cierto comportamiento, entonces
hay que modificar la ley para aprobar esa manera de actuar? (entonces que la ley
proteja al homicida y al secuestrador porque en nuestro país hay un número
elevadísimo de personas dedicadas a eso). Algunos dirán que no es lo mismo.
Pues a los ojos de Dios, que es el que finalmente juzga los corazones, sí es lo
mismo, y todos esos comportamientos tienen la misma validez de pecado. Para Él
es tan pecador un homicida como un adúltero, un secuestrador, un homosexual,
alguien que practica un aborto o un ladrón, simplemente, porque lo están
desobedeciendo.
La ley se hace para cuidar el
comportamiento del ser humano de tal manera que no se autodestruya. No es el
comportamiento de la masa el que va moldeando la ley a sus
"necesidades" o desenfrenos. El hecho de que 8 millones, 20 millones o
100 millones de personas practiquen un comportamiento equis, no quiere decir
entonces que la ley debe cobijarlo como lícito. Y sólo es un sofisma de
distracción, no una razón, argumentar que se hace por "protección
social", por "salud", etc.
En todas las épocas del
desarrollo del ser humano, Dios ha sido soberano, a pesar de los intentos de
muchas personas por sentarse en el trono de Dios y legislar al revés de como
Él legisló.
Dios no negocia su exquisito
cuidado por la raza humana. Los valores éticos que dejó por escrito son
inmodificables y conducen a salvaguardar la integridad espiritual, emocional y
física del ser humano, por eso están por encima del tiempo, de las culturas y
de los avances sociales o científicos. A pesar del número de personas que
acepten o practiquen ciertos comportamientos, los valores éticos establecidos
por Dios, NO cambian, NO son negociables.
Podrán los hombres escribir
leyes para "aprobar" ciertos comportamientos humanos, pero eso no
quiere decir que Dios haya cambiado su opinión al respecto. Es absolutamente
claro que aunque las leyes humanas aprueben ciertos comportamientos, Dios no los
aprueba. Puede que la ley humana los apruebe, pero a los ojos de Dios eso nunca
será bueno, porque Dios no cambia.
Aunque algunos se sientan
amparados por esas "leyes", en el fondo siempre sabrán que su
problema, su soledad, su vacío y su permanente sentimiento de culpa, no lo
soluciona una pobre ley que sólo apunta a lo externo, pero que nunca mira la
verdadera problemática del corazón.
Finalmente, no se puede
desconocer que ese código de ética Divino conlleva sus obvias consecuencias
para quienes lo burlan y que opera independientemente de las leyes que los
hombres, los congresos o los estados "aprueben".
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