Por Azucena de Escobar
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Dios me mostró también que mis hijos necesitaban SABER que pertenecen a un
hogar. Es el sentido de pertenencia; ellos necesitan sentir que pertenecen
"a". Necesitan tener límites, aunque no les guste. Aunque se vayan en
contra de las reglas necesitan tener reglas, porque les da seguridad, les da
confianza. En el fondo, con esos límites, ellos entienden que sus padres les
estamos diciendo: te amo, me importas, eres lo más valioso para mí, por eso te
cuido, por eso te pongo límites y reglas.
El sentido de pertenencia se da cuando se sienten hijos amados, aceptados,
perdonados, concebidos en amor, que nos pertenecen y que tienen derechos y
deberes en casa.
Otra cosa que necesitan en casa es una autoridad, una cabeza, saber quién es
la cabeza y que no sólo es quien provee. Por años en mi casa hubo un monstruo,
porque había dos cabezas, dos opiniones, dos voluntades, dos formas de mandar,
dos formas de trabajar en casa... ¡eso era un monstruo!
El papá decía: "No pueden salir porque están en exámenes" Y yo
por detrás guiñaba el ojo. Y luego les decía: "salgan y después
estudian pero no le vayan a decir al papá,". Yo creía que era una buena
mamá, pero lo único que les estaba enseñando era "no te sometas jamás a
la autoridad, no obedezcas al papá, ni a la mamá, ni al maestro, ni al
policía, ni al semáforo... TE ESTOY DANDO PERMISO PARA NO OBEDECER".
No supe la gravedad de eso, hasta que Dios me lo mostró un día que estaba
orando. Cuando me enfrentó a esa realidad sólo lloré y pedí perdón por el
daño que había hecho a mis hijos, no de mala intención, pero sí por mucha
ignorancia.
Cuando ellos saben quién es la autoridad, saben perfectamente a quién
pueden acudir cuando están tristes, desanimados, frustrados, preocupados, aún
cuando saben que metieron la pata. Ellos saben que esa autoridad los va a amar,
a escuchar, a tener los brazos abiertos para acuñarlos contra su pecho y a
decirles "venga pues llore, ya la embarró, qué más le voy a decir si
usted ya lo sabe, para qué lo voy a cantaletear, venga a mis brazos, a mi pecho
de papá y llore".
La palabra de más poder con los hijos después de que la embarraron es: Hijo
NO IMPORTA. Si te equivocaste: NO IMPORTA. Fallaste: NO IMPORTA juntos con Dios,
tú y yo vamos a lograrlo, ven dime qué pasó, cuéntamelo...tranquilo".
Muchos jóvenes no tienen la suficiente confianza para ir donde sus papás a
asumir el error, porque los van a "contramatar", en lugar de
escucharlos, darles nuevos ánimos y formar equipo con ellos.
Es el tiempo en que el enemigo no pueda más robarnos un hijo. Yo le digo a
los papás: "Si al infierno tienes que bajar por tu hijo, baja y de ahí
sácalo, pero no dejes que el diablo te robe un hijo". "Si con los
dientes y con las uñas tienes que sacar a tu hijo de donde esté, sácalo con
amor, Dios está contigo".
Sé que hay algunas partes que aconsejan que si el hijo falla, que lo saque
de la casa. Yo nunca haría eso, porque es Mi hijo, porque es la oportunidad que
Dios me dio para moldear, para formar algo hermoso para Él. Si algo le quiero
llevar a Dios cuando esté en su presencia no son miles de personas ganadas para
Él, si las llevo, ¡gloria a Dios!, pero con sólo que yo llegue ante Él y le
diga: "Padre no pude hacer mucho, pero aquí conmigo están mis cuatro
hijos, aquí están los cuatro, sólo eso pude hacer, sólo para eso tuve tiempo
en la tierra, de ayudarlos, de cuidarlos, de animarlos, de levantarlos, de dejar
que ellos florezcan para ti".
La autoridad también es responsabilidad y es servicio en amor para los
hijos. Necesitan tener sólo una cabeza, pero también necesitan tener al lado
la ayuda idónea de esa cabeza que es la esposa. Necesitan ver el mejor equipo
de trabajo en casa, necesitan ver un solo frente, que aquí estamos los dos para
ellos. Más de una vez cuando le pregunté a Dios: "Señor, en qué puedo
yo servirte, muéstrame", Él, una y otra vez me respondió: "Tu tarea
son tu esposo y tus hijos".
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